FMI: Una Visión Global

FMI: Una Visión Global

Ahora que el FMI cumple 80 años, su misión macroeconómica central todavía merece ser seguida y priorizada. La actual corrosión de la globalización (que se refuerza y se ve reforzada por la fragmentación geopolítica) aumenta la vulnerabilidad de todas las economías, excepto las más grandes, a los shocks económicos externos, las oscilaciones arbitrarias en los saldos de cuenta corriente, las interrupciones en el acceso a la liquidez en dólares y la acumulación de deuda insostenible. Sin embargo, la creciente politización de las finanzas y el comercio internacionales por parte de China, la Unión Europea y Estados Unidos ha puesto en riesgo la capacidad del FMI para ayudar a los países miembros y limitar el comportamiento explotador de los gobiernos de las tres economías más grandes. Por el bien de la estabilidad económica global, el FMI debe enfrentar estos peligros.

Pero la estabilidad no se logrará ampliando el mandato de la institución en un esfuerzo por complacer los caprichos cambiantes de los mayores accionistas, aunque esa respuesta podría ser comprensible como un enfoque político de corto plazo. En cambio, el FMI debe enfatizar su papel único como prestamista multilateral condicional y alguien que dice la verdad sobre la deuda internacional y las cuestiones monetarias. Este papel justifica una mayor independencia operativa, similar a la de los bancos centrales.

En primer lugar, cuanto más amplia y preferencial sea la agenda central del FMI, mayor será la vulnerabilidad de los países miembros a las maquinaciones geopolíticas de los gobiernos de las grandes economías y a los flujos de mercado en los que influyen , que es precisamente la amenaza que actualmente está aumentando.

En segundo lugar, una amplia coherencia tanto en el fondo como en el proceso en las relaciones con los países miembros es fundamental para la legitimidad de la toma de decisiones del FMI, especialmente cuando los miembros son más vulnerables. La imparcialidad tecnocrática es esencial para una aceptación exitosa de todos los miembros en el largo plazo, incluso a expensas de cierto apoyo local en el corto plazo. Es probable es, que con el tiempo aumenten las inconsistencias del tipo impuestas por Estados Unidos en programas sucesivos con Argentina o por el papel de la “troika” (los tres grandes) de la UE en la crisis de la zona del euro.

En tercer lugar, aunque existen otros foros internacionales para abordar la desigualdad, el clima y otras cuestiones globales, sólo el FMI puede ser un cuasi prestamista de último recurso y portavoz de la verdad ante el poder económico en materia de deuda y cuestiones monetarias. El FMI no puede destinar fondos sustanciales para el desarrollo a largo plazo y los bienes públicos globales (o movilizar financiamiento privado de manera continua) como otros institutos financieros pueden hacerlo. Debería estar dispuesto a cambiar su lugar en estas discusiones por una mayor independencia institucional (no sólo de facto) en su misión principal.

Probablemente estemos en la etapa inicial de un ciclo de desconfianza transfronteriza entre las tres grandes economías, que alimenta las demandas de autosuficiencia y luego exige que las economías más pequeñas elijan un bando. Es posible que el FMI tenga sólo una breve ventana para fortalecer su fortaleza institucional antes de verse presionado repetidamente a elegir bando entre los principales accionistas.

La principal misión macroeconómica del FMI es abordar las vulnerabilidades de los países miembros que surgen a través del comercio y los flujos financieros transfronterizos y gestionar el sistema monetario internacional que subyace a esos flujos. En su reciente evaluación, Floating Exchange Rates at Fifty , Douglas Irwin y Maurice Obstfeld (expertos) señalan que muchos de los problemas que el FMI y los acuerdos de Bretton Woods fueron diseñados para abordar son inherentes a las finanzas internacionales. Estos problemas persisten, a pesar de que el sistema de tipo de cambio fijo de posguerra fue abandonado en favor del no sistema actual:

La flexibilidad del tipo de cambio permite la independencia monetaria, lo que genera una inflación baja, pero aun así no evita paradas repentinas y crisis financieras.

Las crisis económicas externas todavía se transmiten, a menudo con efectos sustanciales en los países más pequeños y de menores ingresos.

Los flujos de capital a menudo provocan grandes y rápidas fluctuaciones en los déficits de cuenta corriente.

Las interrupciones en la disponibilidad de liquidez en dólares para las economías miembros tienen importantes repercusiones, y en ocasiones provocan crisis financieras.
Los esfuerzos de autoaseguramiento de las economías con grandes superávits –ya sea mediante la manipulación monetaria o la sustitución de importaciones con subsidios y aranceles– reducen el crecimiento global e imponen ajustes a otros durante las recesiones.
Son necesarias alianzas políticas, equilibrios comerciales y minimizar el populismo internacional.

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