La edición actualizada del Sistema de Cuentas Nacionales mejora la forma en que medimos la actividad económica captando mejor la digitalización, los activos intangibles y la productividad mundial, y ayuda a los gobiernos a tomar decisiones mejor fundamentadas para promover el crecimiento, el empleo y la inversión. Los pilares de nuestro mundo digital —desde las aplicaciones para teléfonos móviles hasta los nuevos activos digitales y las herramientas de inteligencia artificial— no existían en 2008, cuando la comunidad de profesionales de la estadística revisó por última vez las normas que miden la economía de los países. La nueva edición del Sistema de Cuentas Nacionales (SCN) —la norma mundial para medir la actividad económica— incorpora plenamente las tecnologías emergentes, los servicios digitales y los activos intangibles. Es reseñable que, pese a la creciente fragmentación geoeconómica, la Comisión de Estadística de las Naciones Unidas aprobó por unanimidad esta amplia y exhaustiva actualización en marzo de este año. Se trata de la sexta iteración en la singladura de casi nueve décadas del SCN, una norma mundial para la medición de datos nacionales que incluye producción, ingreso, consumo, inversión en capital y actividades financieras, así como la riqueza nacional. La labor de actualización del SCN ha sido un esfuerzo mundial coordinado por el Fondo Monetario Internacional, las Naciones Unidas, el Banco Mundial, la Comisión Europea y la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos. El FMI ha contribuido significativamente a la actualización del SCN en ámbitos como la digitalización, el comercio, las finanzas públicas y la innovación financiera. Estas contribuciones dotan a los gobiernos de las herramientas necesarias para tomar decisiones mejor fundamentadas para promover el crecimiento económico, crear empleo y responder a los shocks. La precisión de las estadísticas económicas es esencial para formular políticas eficaces. Además, mantener al día las mediciones de la economía mundial (valorada en USD 114 billones) resulta de gran importancia, en especial cuando el ritmo del cambio se acelera. Si esto no ocurre, los bancos centrales y los ministerios de Hacienda acabarán definiendo sus políticas fiscales o monetarias en base a información incompleta, desactualizada o inexacta. Por este motivo, la revisión del SCN se centra en la digitalización. Por ejemplo, pese al rápido avance de las tecnologías digitales, el aumento de la productividad en muchas economías avanzadas ha sido lento. Esto ha llevado a algunos investigadores a considerar que, al menos en parte, esa circunstancia podría deberse a lagunas en la forma de medir la actividad digital. Otra valiosa actualización del SCN ha sido la creciente importancia de los criptoactivos, que resultó ser uno de los aspectos más difíciles de abordar. El bitcoin, por ejemplo, tiene un impacto económico tangible, en particular porque para su producción es necesario utilizar grandes cantidades de energía. Sin embargo, como no supone la creación de bienes o servicios en el sentido tradicional, no forma parte del producto interno bruto. Desde el punto de vista de las políticas públicas, es fundamentar medir los criptoactivos porque, si bien puede que representen una pequeña proporción de los activos mundiales, podrían influir significativamente en la estabilidad financiera, las políticas tributarias y la supervisión regulatoria futuras. Los profesionales de la estadística han encontrado una manera de clasificar los criptoactivos como “activos no financieros no producidos”, que sí se incluyen en la riqueza nacional. El nuevo SCN ofrece una guía a los países sobre cómo registrar los criptoactivos y contribuye, de esta forma, a avanzar hacia las normas del futuro. Evidentemente, los criptoactivos son solo una de las muchas consideraciones de la transformación digital en toda una serie de sectores y productos. Para reflejar mejor la economía digital, en el SCN se recomienda que los países creen un conjunto de indicadores que cubran temas como la IA, la computación en la nube, las plataformas de intermediación digital y el comercio electrónico. Además, proporciona una definición de la IA que puede usarse para las cuentas nacionales y darle clara visibilidad. Más allá de la digitalización, la actualización del SCN también incluye recomendaciones sobre cómo reflejar mejor los riesgos y vulnerabilidades financieros en respuesta a las enseñanzas extraídas de la crisis financiera mundial. A medida que aumenta la innovación financiera y la importancia de las instituciones financieras no bancarias, estos riesgos pueden volverse más complejos. Para abordarlos, la nueva edición del SCN prevé un desglose pormenorizado de los activos y pasivos financieros, por tipo de instrumento y por subsector institucional. El FMI ofrecerá asesoramiento, asistencia técnica y capacitación para respaldar la transición hacia la implementación de las normas de la nueva edición del SCN y el MBP para 2029-30. ¡¡¡Comparte!!! Ya tú sabes…