Gaza e Israel, circunstancias 2a. Parte.

3) La dimensión del ataque y sus apoyos como carta de negociación para Hamás. Como Mauricio Rodríguez explicó en la primera parte, polarizado el ambiente politico en Israel y en el marco de los acuerdos de Abraham crean estas circunstancias, llegamos al ataque del 8 de octubre. Por una parte, el contexto regional había cambiado desfavorablemente para la causa palestina; por otra parte, el ambiente político de Israel estaba cargado de polarización y conflictos internos. La combinación de ambas circunstancias da pie a pensar en la viabilidad de un ataque así: a gran escala, planeado con mucho tiempo y con la probable ayuda de Irán.

¿Se trata de un acto suicida? ¿De una edición sangrienta de la fábula sobre la rana y el buey? Esa es la cuestión: la magnitud del ataque, la toma de rehenes y la gran cantidad de bajas en el lado israelí obligan a una respuesta contundente. El gobierno de Israel tiene ante sí una encrucijada: elevar la brutalidad a un grado nunca visto, arrasar con Palestina y provocar un cuestionamiento mundial, ser Julio César en la Galia y al mismo tiempo Bush en Irak, o moderar la respuesta a cambio de los rehenes y los infiltrados que quedan, y encarar entonces la posibilidad de perder simpatizantes y alimentar las críticas.6 El mundo observa, incluyendo a los firmantes de los nuevos acuerdos.

Como sea, parece que Hamás ha doblado la apuesta y espera cambios tanto al interior como al exterior de Israel. Desde luego, puede perderlo todo también. Así, tanto la acción de Hamás, como la reacción del gobierno (que parece tener en mente las respuestas estadounidenses contra Japón y Afganistán) obligan a pensar en qué reequilibrios podrían configurarse.

4) la reacción de Israel y los efectos que tendrá en el sistema global y regional.

En primer término, está el previsible endurecimiento de las condiciones bajo las que vive el pueblo palestino. No sólo por el bloqueo decretado por Israel que impedirá el paso de energía eléctrica, combustible y alimentos, sino por los debates que están surgiendo en latitudes europeas sobre la pertinencia de las ayudas internacionales para Palestina, basados en el temor de que puedan acabar en los bolsillos de los liderazgos terroristas.

En segundo lugar, está la cuestión de si avanzan los acuerdos de normalización de relaciones, especialmente aquel con el reino saudí, o si se congelan y se retorna a una situación parecida a la que había antes de 2020. En este caso, el dilema bien podría caer en la Casa Blanca, pues fomentar algún pacto en el porvenir significará ceder condiciones más favorables a los territorios palestinos y tomar entonces el riesgo de enfrentarse con la influyente comunidad judía que vive en Estados Unidos. En tercer lugar, mencionar las posibles consecuencias “interregionales” de esta nueva guerra. Ahora hay dos conflictos bélicos de gran atención mediática en el mundo: Palestina y Ucrania, ambos con el mismo potencial de reconfigurar las dinámicas internacionales de sus respectivas regiones e incluso del sistema internacional en general. Hasta ahora, había un flujo de recursos militares y económicos más o menos establecido entre los países occidentales y el frente en Europa del este, queda ver si puede sostenerse con un segundo frente abierto en Medio Oriente, porque si, como declaró el propio Netanyahu, la guerra será “larga y difícil”, es probable que en algún momento se requiera algún tipo de asistencia internacional. Mismos recursos, más conflictos.

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