La Deuda Mundial

La Deuda Mundial
La deuda mundial alcanza cifra récord de USD 226 billones.
Las autoridades tienen que encontrar el equilibrio entre el fuerte endeudamiento y la subida de la inflación. En 2020 se produjo el mayor aumento de la deuda en un año desde la Segunda Guerra Mundial: la crisis financiera mundial y la profunda recesión hicieron que la deuda mundial aumente a USD 226 billones.

La deuda mundial aumentó 28 puntos porcentuales, a 256% del PIB, en 2020, según la última actualización de la base de datos del FMI sobre deuda mundial.

Los aumentos de la deuda fueron especialmente notables en las economías avanzadas, donde la deuda pública subió de alrededor de 70% del PIB, en 2007, a 124% del PIB en 2020. La deuda privada aumentó a un ritmo más moderado, de 164% a 178% del PIB, en el mismo período.

Los países de mercados emergentes y en desarrollo enfrentaron restricciones financieras mucho más duras, pero con amplias disparidades entre los países. China de por sí sola contribuyó un 26% al aumento de la deuda mundial. Los mercados emergentes (excluida China) y los países de bajo ingreso representaron pequeñas proporciones del aumento de la deuda mundial, de alrededor de USD 1 billón y USD 1,2 billones, en cada caso, principalmente debido a un mayor endeudamiento público.

Sin embargo, tanto los países de mercados emergentes como los de bajo ingreso están enfrentando coeficientes de deuda elevados debido a una fuerte reducción del PIB nominal en 2020. La deuda pública en los mercados emergentes alcanzó máximos sin precedentes, mientras que en los países de bajo ingreso aumentó a niveles no observados desde comienzos de la década de 2000, cuando muchos de ellos se beneficiaron de iniciativas de alivio de la deuda.

Un equilibrio difícil. El fuerte aumento de la deuda estuvo justificado por la necesidad de proteger la vida de las personas, preservar los empleos y evitar oleadas de quiebras. Si los gobiernos no hubieran tomado medidas, las consecuencias sociales y económicas habrían sido devastadoras.

Pero la escalada de la deuda amplifica las vulnerabilidades, sobre todo a medida que las condiciones de financiamiento se tornan restrictivas. Los mayores niveles de endeudamiento limitan en muchos casos la capacidad de los gobiernos para apoyar la recuperación y la capacidad del sector privado para invertir a mediano plazo.

Un desafío crucial radica en encontrar la combinación justa de políticas fiscales y monetarias en un entorno de deuda elevada y creciente inflación. Las políticas fiscales y monetarias afortunadamente se complementaron durante los peores momentos de la pandemia. Las medidas de los bancos centrales, sobre todo en las economías avanzadas, hicieron que las tasas de interés descendieran al límite y que a los gobiernos les resultara más fácil endeudarse.

La política monetaria ahora está reorientándose, como es debido, hacia las expectativas inflacionarias. Aunque es cierto que un aumento de la inflación, y del PIB nominal, ayuda a reducir los coeficientes de deuda en algunos casos, es poco probable que sustente una disminución significativa de la deuda. A medida que los bancos centrales elevan las tasas de interés para evitar una inflación alta y persistente, los costos de endeudamiento aumentan. En muchos mercados emergentes, las tasas de política monetaria ya han subido, y se esperan nuevos aumentos.

La política fiscal deberá modificarse conforme suban las tasas de interés, sobre todo en los países con mayores vulnerabilidades de deuda. Como muestra la historia, el apoyo fiscal perderá eficacia cuando las tasas de interés reaccionen; es decir el mayor gasto incidirá menos en la actividad económica y el empleo, y podría generar presiones inflacionarias. También es posible que se agudicen las preocupaciones en torno a la sostenibilidad de la deuda.
Los riesgos se verán amplificados si las tasas de interés mundiales aumentan más rápido de lo previsto y si el crecimiento es vacilante. Un endurecimiento importante de las condiciones financieras agudizaría la presión sobre los gobiernos, los hogares y las empresas más endeudados. Si los sectores público y privado se ven obligados a desapalancarse simultáneamente, las perspectivas de crecimiento se empañarán. Ante las perspectivas inciertas lo crucial será encontrar un equilibrio adecuado entre la flexibilidad de las políticas, la agilidad para adaptarse a las circunstancias cambiantes y el compromiso con planes fiscales a mediano plazo creíbles y sostenibles. Esta estrategia reduciría las vulnerabilidades de la deuda y facilitaría la tarea de los bancos centrales de contener la inflación.
El apoyo fiscal focalizado será decisivo para proteger a los grupos vulnerables.
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