Economía y Finanzas
La política de tasas de interés del Banco de México ha ido creando una situación financiera que se está acercando progresivamente a un límite. Uno de los elementos de ese límite tiene que ver específicamente con la tasa de interés y se extiende a su interrelación con el tipo de cambio del peso con el dólar.
Estos asuntos se han discutido ya durante meses. Conviene repasar, aunque sea de modo breve, la tendencia de los intereses y de la paridad del peso con el dólar durante los pasados 24 meses.
A mediados de julio de 2021, la tasa de interés objetivo fijada por el Banco de México (el núcleo de la política monetaria) estaba en 4.25 por ciento; se mantuvo por debajo de 5 por ciento hasta mediados de noviembre del mismo año. El nivel se elevó en febrero de 2022 a 6 por ciento y subió otro escalón en mayo a 7 por ciento; a mediados de agosto llegó a 8.5 y en septiembre rebasó 9 por ciento. La tendencia alcista prosiguió sin pausa y a la mitad de noviembre ya estaba en 10; en febrero de 2023 se situó en 11 y a partir del 31 de marzo de este año la tasa es de 11.25.
Estas alzas obedecen a un remedio contra la inflación que, por cierto, la pandemia y la guerra en Ucrania intensificaron a nivel mundial y todo indica que Banco de México aplica el remedio estándar que parece funcionar.
Han sido, pues, subidas constantes y muy notorias en un periodo de sólo dos años. Esto tiene consecuencias de diversa índole sobre la economía, o sea, en el comportamiento macroeconómico y de los precios. Su impacto no es neutral pues distorsiona la asignación y el costo de los créditos, incide sobre el nivel y el tipo de endeudamiento. Es un precio clave y, por ello, repercute en la situación operativa, financiera y patrimonial de los diversos agentes económicos y en la relación entre deudores y acreedores.
La tasa que se fija como objetivo sirve de referencia para las que utilizan los intermediarios financieros en la colocación de los préstamos; por ejemplo: en las tarjetas de crédito, los préstamos al consumo, sobre la nómina, los personales y los hipotecarios. Esto conforma el estado del endeudamiento en la economía e incide en los costos que enfrentan las familias, los productores, comerciantes, prestadores de servicios. Además de que concentra ingresos y utilidades extraordinarias en los bancos. Al ser un costo esencial, de ahí se desprende una cadena de repercusiones en la oferta y la demanda de distintos bienes y servicios.
Las economías basadas en el intercambio más elemental, hasta aquellas en que se desarrollan las operaciones más complejas y sofisticadas de financiamiento, se basan en relaciones mediadas por el dinero y, en consecuencia, por el crédito. Las innovaciones en este campo han sido explosivas en la historia, desde los banqueros más antiguos del siglo IV a.C. a los famosos financieros de la época del Renacimiento: los Medici en Italia, los Fugger en Alemania y otros, hasta las enrevesadas transacciones que idean los grandes bancos globales, así como los que se llaman bancos que no son bancos y los enormes fondos de inversión.
La economía debe comprenderse, integradas en parte por un extenso entramado de deudas, es decir, medios de financiamiento de muy distinto tipo. Es la deuda lo que define su funcionamiento operativo, su capacidad de expansión dependiendo de la producción de los tres sectores y, también, sus crisis recurrentes.
En México, según el análisis del Banco Intercam del 3 de julio pasado, el crédito de la banca comercial al sector privado en el mes de mayo tuvo un crecimiento nominal anual (con respecto al mismo mes del año anterior y sin contar el efecto de la inflación) de 11.2%, lo que representó 24.4 mil millones de pesos más que en el mismo periodo de 2022.
Centremos la atención en los créditos al consumo que encabezaron el crecimiento antes citado. Este segmento representó 22.6 por ciento del total y la variación anual fue 17.9 por ciento principalmente en tarjetas de crédito y nómina. El mismo banco apunta lo evidente y es la condición de la estabilidad financiera de los hogares. En ese mercado han proliferado, a la par de los bancos otra serie de créditos de instituciones financieras no bancarias y, también, de prestamistas de tarjetas de crédito y por la vía de Internet. Hay también participantes ilegales tipo mafia que operan sin control alguno. Todo esto contribuye al sobrendeudamiento de los hogares.
El aumento del nivel de endeudamiento en un escenario de altas tasas de interés es un factor que puede precipitar una seria complicación, primero para las familias deudoras, luego para los bancos que tendrán que castigar los créditos incobrables y, además, para las empresas que ahora sostienen sus ventas en esos créditos.
El tipo de cambio estaba en niveles que rondaban los 20 pesos por dólar en el periodo de mediados de 2021 hasta enero de 2023. Desde entonces se ha cotizado a la baja de modo constante hasta situarse en días pasado en 16.78 pesos. Este comportamiento no expresa una especial fortaleza productiva que revalúe en tal medida al peso, se trata más bien de una sobrevaluación de la moneda frente al dólar sostenida primordialmente por las muy elevadas tasas de interés, con una brecha muy significativa con respecto a las que prevalecen en dólares.
Esto ha creado una especie de manía en torno a lo que suela llamarse con satisfacción el superpeso. No hay que perder de vista que la situación se sostiene por la entrada de capitales que aprovechan ese diferencial de tasas, pero el asunto es que hay que pagar para que eso ocurra a muy alta tasa interna. Estamos pagando muy caro para recibir los dólares que sobre-valúan al peso.
Esto no es un buen negocio. Las distorsiones monetarias no se pueden sostener por demasiado tiempo y, luego, hay que resistir el ajuste. La política monetaria se acerca al límite y esto, al paso que vamos no ocurrirá sin dolor.