Europa Resiliente

Europa necesita más crecimiento y más resiliencia, algo que sería posible con una economía más íntimamente integrada.
Al menos por el momento, la disparidad de productividad no se debe a una escasez de innovación. Europa sigue siendo una importante incubadora de innovación en ciencia y tecnología de base y sus empresas continúan abriendo horizontes intelectuales, sobre todo en ámbitos como la farmacéutica y la bioingeniería. Con todo, una tendencia problemática es la de empresas europeas que trasladan su talento a mercados más dinámicos: el desplazamiento de futuros “unicornios” valorados en más de USD 1.000 millones ocurre 120 veces más rápido de la UE a Estados Unidos que en sentido opuesto, según un estudio de Ricardo Reis, de la London School of Economics.
Indudablemente, Europa cuenta con suficientes ahorros para financiar más inversión. La tasa de ahorro de sus hogares ronda el 15% del PIB; es decir, más o menos el triple del de Estados Unidos. Pero los estadounidenses invirtieron USD 4,60 en activos de renta variable, fondos de inversión y fondos de pensiones o seguros por cada dólar invertido en esos activos por los europeos en 2022. La cuestión fundamental es que la UE tiene menos capacidad para canalizar ideas y capital hacia usos productivos dentro de sus fronteras. En otras palabras, gran parte del aumento del ingreso no se ha materializado debido a la fragmentación del mercado interno continental. Todo esto pone de relieve la urgencia de completar el mercado único. La adopción de políticas macroeconómicas sólidas —entre ellas, la estabilidad de precios a fin de dar seguridad a los inversionistas y garantizar el gasto sin hacer peligrar la sostenibilidad fiscal— es una condición previa. A la vez, los países deben promover la reforma en ámbitos críticos del mercado único. La reducción de barreras internas al comercio de bienes y, sobre todo, de servicios debe tener prioridad, ya que incentivaría a las empresas a lanzar proyectos e inversiones de gran rentabilidad. Según nuestros estudios (FMI), la UE podría sumar 7% al PIB si bajara en 10% las barreras internas al comercio de bienes y a la producción multinacional. Existe amplio margen para la mejora abriendo sectores protegidos, liberalizando servicios y armonizando regulaciones.
Todo esto debe ir acompañado de avances hacia la integración de los mercados de capital o la Unión de Ahorros e Inversiones. La revisión del régimen prudencial de las aseguradoras y la armonización de la supervisión de los mercados de capital constituyen reformas críticas para canalizar los importantes ahorros de la UE hacia un financiamiento con deuda variable muy necesario para todas las empresas.
Al mismo tiempo, habrá que actuar con cautela para no socavar el mercado único y todas sus oportunidades con una política industrial mal concebida. La política industrial puede ayudar si corrige las fallas del mercado; por ejemplo, al concientizar ecológicamente a las empresas o promover la adopción de tecnologías transformadoras. Pero no corresponde proteger a industrias maduras de una transformación estructural radical. Europa debe tener la mirada puesta en el futuro y no en el pasado.
La plena integración del mercado único también reforzaría la resiliencia económica de Europa en un mundo que hoy es riesgoso y propenso a los shocks. Las empresas que atienden a más clientes en más países se ven menos afectadas por los altibajos económicos internos. Lo mismo ocurre con las carteras personales de inversión si se reducen las barreras en los mercados financieros y los particulares reparten sus inversiones por toda la UE. Las ventajas de mancomunar el riesgo pueden ser considerables, pero la diversificación sigue siendo limitada en comparación con Estados Unidos. Con el mismo criterio, la UE podría recortar la dependencia de gas y petróleo importados, protegerse de la volatilidad de los mercados internacionales de energía y bajar los precios que pagan los consumidores al integrar más estrechamente el mercado energético.
Para aprovechar al máximo las reformas de la UE, las iniciativas nacionales deben estar a la altura de la ambición regional. Según un estudio que publicaremos próximamente, los mercados laborales, el capital humano y la tributación son los ámbitos que más necesitan reformas para fomentar el crecimiento. Lo que más beneficiaría a las economías avanzadas es la desregulación de los mercados de productos, la profundización de los mercados de crédito y capital y la promoción de la innovación. Para muchos países de Europa central, oriental y meridional, las principales prioridades son invertir en mano de obra calificada, eliminar la burocracia y mejorar la gobernanza. Los beneficios para el crecimiento podrían ser considerables.
La ampliación de 2004 sumó a la UE a Chipre, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia, República Checa y República Eslovaca. Dos décadas después, el PIB per cápita de esos países es 30% superior al que habrían alcanzado sin la adhesión. En el caso de los países que ya forman parte de la UE, el PIB per cápita es 10% más alto de lo que habría sido sin la ampliación.
Este salto de los niveles de vida subraya el poderoso impacto de la integración. Las actuales propuestas de reforma son un primer paso, pero tienen que ser más ambiciosas. El fortalecimiento del mercado único mejoraría las perspectivas económicas de la UE, respaldaría sus prioridades en materia de políticas y afianzaría su resiliencia, garantizando que la región siga siendo un líder mundial en innovación, sostenibilidad y calidad de vida. Se trata de una oportunidad que Europa no debe desaprovechar.
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