Agustín Carstens 2ª parte

“Resultó ser un político excelente”, afirmó Alejandro Werner, entonces subsecretario de Hacienda y antiguo alumno de Carstens. “Logró mantener una política fiscal bastante conservadora preservando en buena medida la cohesión política”.
Carstens promovió nuevas leyes en materia de pensiones, banca y energía. Su mayor desafío fue proteger a México de los efectos de la crisis financiera mundial de 2008. Su orientación fiscal conservadora permitió que el país mantuviera una buena salud financiera cuando estalló la crisis. Su trabajo inicial sobre los préstamos precautorios dio fruto en marzo de 2009, cuando el FMI puso en marcha la Línea de Crédito Flexible (LCF). Los países preseleccionados por sus sólidos fundamentos, entre ellos México, podían acceder a recursos de inmediato, sin condiciones.
México fue el primero en recurrir a la LCF, con una línea de crédito por valor de USD 47.000 millones. “El FMI solía ser el médico de urgencias que rara vez daba buenas noticias”, escribió Carstens en aquel momento en un periódico mexicano. “Tras la insistencia de México y de varios países… el FMI asumirá un papel más activo en la prevención de crisis de balanza de pagos”.
Cuando fue director general del Banco de Pagos Internacionales (BPI), Carstens puso en marcha el Centro de Innovación, promoviendo una cultura emprendedora dentro de esta institución casi centenaria y extremadamente sobria. Tweet this
En 2010, Carstens fue nombrado gobernador del Banco de México, cargo desde el cual consolidó su prestigio internacional, promoviendo el multilateralismo y trabajando por el fortalecimiento de la red mundial de seguridad financiera.
En 2011, tras la salida del francés Dominique Strauss-Kahn, Carstens presentó su candidatura a Director Gerente del FMI, compitiendo con la también francesa Christine Lagarde y cuestionando así el tradicional control europeo sobre el máximo cargo del FMI. Fue el proceso de selección más competitivo en la historia del FMI y, por primera vez, el Directorio preseleccionó a solo dos candidatos, Carstens y Lagarde. “El desarrollo institucional del Fondo no se ha adaptado a la evolución del contexto mundial”, declaró Carstens en aquel momento. Aunque Lagarde resultó finalmente elegida con relativa facilidad, Carstens proyectó su perfil a escala mundial. Al año siguiente, México asumió la presidencia del Grupo de los Veinte, en medio de la crisis de la zona del euro. Carstens desempeñó un papel fundamental en la movilización de las grandes economías de mercados emergentes para reunir cerca de medio billón de dólares de EE.UU. en recursos adicionales que el FMI pudiera utilizar.
En 2015, Carstens fue nombrado presidente del Comité Monetario y Financiero Internacional (CMFI), un influyente órgano de orientación estratégica compuesto por ministros y gobernadores de los países con mayor participación en el FMI, un puesto con el que se convirtió en una suerte de presidente del consejo de administración, frente a la función ejecutiva de Lagarde.
“El trabajo del presidente consiste en fomentar el consenso y lograr una participación constructiva de los miembros del comité”, explicó Tiwari, cuyo equipo en el FMI elaboraba los documentos técnicos para las reuniones. El desempeño de Carstens al frente del CMFI fue determinante para generar el respaldo necesario que, en 2017, lo llevó a convertirse en el primer director general del BPI procedente de una economía emergente.
Inicialmente, Carstens se mostró escéptico respecto a la tecnología. En un discurso de 2018, describió al bitcoin como “una combinación de burbuja especulativa, pirámide financiera de Ponzi y desastre ambiental”. Sin embargo, su perspectiva cambió tras un viaje a Asia en 2019, donde quedó impresionado por los ecosistemas financieros innovadores de Singapur y la RAE de Hong Kong, centrados en los pagos minoristas, la tokenización y las finanzas abiertas. Fue una oportunidad para poner en práctica su mentalidad emprendedora.
“La tecnología avanza muy rápido y afecta a todos los bancos centrales al mismo tiempo”, afirmó Carstens. “Al trabajar de forma conjunta se dan economías de alcance y de escala. El BPI está aquí para facilitar la colaboración entre bancos centrales, y la tecnología se presta a este enfoque cooperativo”.
Carstens nombró al economista francés Benoît Cœuré como responsable del nuevo Centro de Innovación. Como miembro del comité ejecutivo del Banco Central Europeo, Cœuré supervisaba las operaciones de pago y presidía el Comité de Pagos e Infraestructuras del Mercado del BPI. Aunaba la respetabilidad y experiencia del ámbito de los bancos centrales con la atención a la tecnología y la innovación.
El Centro creció rápidamente, y al cabo de cinco años contaba ya con más de 100 empleados y 7 centros en todo el mundo, con equipos mixtos de macroeconomistas, ingenieros de software, expertos en cadenas de bloques y científicos de datos. Hasta la fecha, ha llevado a cabo cerca de 40 proyectos para probar nuevas tecnologías, desde la tokenización hasta la utilización de inteligencia artificial para mejorar el análisis económico.

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