Gaza e Israel, circunstancias. 1a. Parte

Gaza e Israel, circunstancias. 1a. Parte
No es un secreto que el conflicto palestino-israelí recae en una relación asimétrica de poder económico y militar. Mientras el PIB de Israel alcanzó los 522 000 millones de dólares en 2022, el producto de Gaza y Cisjordania apenas llegó a 19 000 millones. Del mismo modo, las fuerzas militares de uno y otro son incomparables: lamentablemente no se encontraron datos para los territorios palestinos, pero la verdad es que no son necesarios. Queda entonces la duda: ¿por qué Hamás decidió lanzar un ataque masivo, por tierra y aire, frente a un enemigo tan superior? No hay una respuesta clara a esta pregunta y probablemente no la habrá.

Sin embargo, para muchos no es del todo conocida la situación de Israel y de la causa palestina en los años más recientes. Asi expone algunos factores Mauricio Rodríguez Lara (Nexos), de los últimos años que ayuden a contextualizar cómo llegan parados al conflicto.

1) la política interna de Israel en los últimos años; Al ser un sistema parlamentario, los partidos políticos de Israel deben formar coaliciones para inaugurar gobiernos. Así, en diciembre de 2022 inició el 37.° gobierno israelí encabezado por el partido Likud del primer ministro Benjamin Netanyahu, acompañado por partidos nacionalistas, adherentes al judaísmo ortodoxo y de extrema derecha, como Poder Judío, el Partido Sionista Religioso y Shas. Las preferencias programáticas de esta coalición gobernante han promovido la intensificación de la política asentamientos en los territorios ocupados por Israel; exacerbación del nacionalismo judío (en detrimento de los ciudadanos árabes de Israel); y una reforma al poder judicial que modifica la relación entre la Suprema Corte y la mayoría parlamentaria, en favor de esta última.

Este programa de gobierno ha polarizado a la sociedad de Israel; en agosto pasado, el Pew Research Center publicó una encuesta que mostraba estas divisiones con más detalle: 52 % de la ciudadanía reportó ser “desfavorable” a Netanyahu, proporción que se elevaba a 84 % en el caso de las personas que se identificaban en el centro; 93 % para quienes se identificaban con la izquierda y 89 % entre la población árabe. Se instauró así una lógica de “ellos contra nosotros”, propicia para abonar radicalismos ya sea dentro o fuera de Israel.

Esto ha permeado en las estructuras del Estado israelí, sobre todo entre los integrantes de las fuerzas de seguridad. Por ejemplo, durante las protestas contra la reforma judicial a mediados de 2023, hubo oficiales en reserva de las fuerzas armadas que decidieron no reportarse a servir, como muestra de su desacuerdo. Es probable que esta cohesión disminuida ayude en un futuro a explicar las fallas en los sistemas de inteligencia.

Otra vulnerabilidad de origen interno tiene que ver con el programa mismo de la coalición en el gobierno: analistas señalan que, al momento del ataque, la mayoría de las fuerzas en activo se ubicaban en el área de Cisjordania, apoyando la política de expansión de asentamientos, en detrimento de las tareas de vigilancia en la frontera con Gaza. Esto facilitó la incursión de terroristas en las localidades cercanas a estos límites.
2) Los cambios en la política exterior israelí; Como segundo factor, está el despliegue de una política exterior orientada a constreñir el conflicto con Palestina y sus aliados, en lugar de solucionarlo. En este punto, es crucial prestar atención a los Acuerdos de Abraham, que Israel firmó en 2020, bajo el amparo del expresidente Trump, con Bahréin y Emiratos Árabes Unidos, y los que firmó con Marruecos y Sudán. Estos acuerdos normalizaban las relaciones diplomáticas entre Israel y estos países. No es cosa menor, pues hasta ese momento, sólo dos miembros de la Liga Árabe mantenían relaciones diplomáticas con Israel: Egipto y Jordania. Ahora son seis, casi 30 % de sus miembros.
En otras palabras, los Acuerdos de Abraham buscaban ampliar y mejorar las relaciones de Israel con otros países, quitarle centralidadal conflicto palestino, y sustituirlo por temas como seguridad regional y comercio. Por ejemplo, en 2022, 24 % de las exportaciones israelíes de armamento se dirigieron a socios árabes.
Uno de los grandes perdedores en los Acuerdos de Abraham fue precisamente Hamás, cuya organización se alimenta del conflicto con Israel. De triunfar la apuesta israelí por congelar el statu quo, se incrementaba el riesgo de perder apoyos valiosos, más aún ante la posibilidad de un nuevo acuerdo entre Arabia Saudita e Israel.

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