El Concilio de Trento

El Concilio de Trento

El 13 de diciembre de 1545 inicia El Concilio de Trento fue un concilio ecuménico de la Iglesia católica desarrollado en periodos discontinuos durante veinticinco sesiones entre los años 1545 y 1563. Hace 477 años, para algunos historiadores se funda el catolicismo como lo conocemos actualmente.

Tuvo lugar en Trento, una ciudad del norte de la Italia actual, que entonces era una ciudad imperial libre regida por un príncipe-obispo. Se convocó en parte como respuesta a la Reforma protestante, pero también con el fin de aclarar diversos puntos doctrinales. Sus objetivos fueron definir la doctrina católica y disciplinar a sus miembros condenando la Reforma Protestante, considerada por la Santa Sede como una herejía. Fue el concilio más influyente. El concilio definió las nuevas normas dogmáticas, litúrgicas y éticas de la Iglesia, en especial las prácticas rechazadas por los protestantes: presencia real de Cristo en la Eucaristía, justificación por la fe y por las obras, conservación de los siete sacramentos, las indulgencias y la veneración de la Virgen María y los santos.

Desde 1518, los protestantes alemanes reclamaban la convocatoria de un concilio alemán, y el emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico intentó cerrar las diferencias entre católicos y reformistas para hacer frente a la amenaza turca. En la Dieta de Worms (1521) se intentaron zanjar las disputas, pero sin éxito. Martín Lutero (a quien Carlos V permitió que fuera convocado a dicha Dieta) acusó a Roma de ejercer la tiranía y de corrupta, y el Emperador se comprometió por escrito a defender la fe católica, incluso con las armas.

En vista de la situación, hubo grandes presiones del Emperador sobre el Papa Clemente VII para que lo convocara, a lo que este se resistía. Al cabo de un tiempo, en 1529, el Papa se comprometió a ello, pero la oposición del legado papal en la Dieta de Augsburgo de 1530 retrasó de nuevo el proyecto. Sin embargo, el principal responsable de que no se llegara a convocar fue la férrea oposición del rey Francisco I de Francia, ya que para que el concilio tuviese éxito era necesaria la aprobación de la mayoría de los monarcas.

Fue Paulo III, que había vivido las luchas en Italia, quien asumió el compromiso de unificar a los católicos, logrando la reunión de un Concilio. Al principio fue admirador del humanista y teólogo cristiano Erasmo de Róterdam y vio factible una posible reconciliación con los protestantes, pero luego acabó desechando esa posibilidad.

Paulo III intentó reunir el concilio primero en Mantua, en 1537, y luego en Vicenza, en 1538, al mismo tiempo que negociaba en Niza una paz entre Carlos V y Francisco I. Tras diversos retrasos, convocó en Trento (Italia) un Concilio General de la Iglesia el 13 de diciembre de 1545, que trazó los alineamientos de las reformas católicas (luego conocidas como Contrarreforma). En la primera sesión se contó con la presencia de veinticinco obispos y cinco superiores generales de órdenes religiosas. Las reuniones, que sumaron en total 25, con suspensiones esporádicas, se prolongaron hasta el 4 de diciembre de 1563.

En este concilio, que culminó bajo el mandato del papa Pío IV, se decidió que los obispos debían presentar capacidad y condiciones éticas intachables, se ordenaban crear seminarios especializados para la formación de los sacerdotes y se confirmaba la exigencia del celibato clerical. Los obispos no podrían acumular beneficios y debían residir en su diócesis.

Se impuso, en contra de la opinión protestante, la necesidad de la existencia mediadora de la Iglesia, como Cuerpo de Cristo, para lograr la salvación del hombre, reafirmando la jerarquía eclesiástica, siendo el papa la máxima autoridad de la Iglesia. Se ordenó, como obligación de los párrocos, predicar los domingos y días de fiestas religiosas, e impartir catequesis a los niños. Además, debían registrar los nacimientos, matrimonios y fallecimientos.

Reafirmaron la validez de los siete sacramentos y la necesidad de la conjunción de la fe y las obras, sumadas a la influencia de la gracia divina, para lograr la salvación, restando crédito a Lutero que sostenía que el hombre se salva por la sola fe sin conjunción con las obras que realizase. También se opuso a la tesis de la predestinación de Calvino, quien aseguró que el hombre está predestinado a su salvación o condena. En refutación a esa idea, la iglesia sostuvo que el hombre puede realizar obras buenas, ya que el pecado original no destruye la naturaleza humana, sino que solamente la daña.

Los santos fueron reivindicados al igual que la misa, y se afirmó la existencia del purgatorio.

Se reinstauró la práctica de la Inquisición, que había surgido en el siglo XIII, para depurar a Francia de los herejes albigenses. Establecida en España en el año 1478, se propagó por varios países europeos bajo la denominación de Santo Oficio, que usó la tortura para obtener confesiones, la cual era practicada por el poder civil y era bien vista en la época. El protestantismo debió soportar la Inquisición en varios países, pero fue principalmente efectiva para con ellos en España, Italia y Portugal. También creó el Índice, en 1557, quemándose muchos libros considerados heréticos. Posteriormente al Concilio, en 1592, se publicó una edición definitiva de la Biblia, sosteniéndola como fuente de la revelación de la verdad divina, pero otorgando también dicho carácter a la Tradición, negándose su libre interpretación, al considerar a ésta una tarea del Papa y los obispos, herederos de San Pedro y los apóstoles, a quienes Cristo les asignó esa misión.

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