Aniversario del alzamiento Zapatista El 1 de enero de 1994, miles de indígenas zapatistas ocuparon por las armas las cabeceras municipales de los Altos y la selva de Chiapas. Incluido San Cristobal de las Casas, donde masacraron una comandancia con alrededor de 20 policías que también eran indígenas. Formado el 17 de noviembre de 1983, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) a través de diferentes organizaciones indígenas campesinas, creció durante años en silencio, hasta que llegó el momento de levantarse en armas. La contrarreforma al artículo 27 constitucional izó la bandera blanca del reparto agrario y la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte; fueron pretextos políticos donde se argumentaba que ya no habría reparto agrario y que el tratado no tenía opciones para el indígena; no les dejaban alternativas en el horizonte. Los primeros indicios públicos de la existencia de los insurgentes aparecieron el 22 y el 23 de mayo de 1993, cuando el Ejército encontró el campamento rebelde de Las Calabazas, en la sierra Corralchén, de la selva lacandona. El 24 de mayo, los soldados rodearon la comunidad de Pataté, concentraron a sus habitantes en el centro y, sin orden de cateo, se metieron a revisar casas. Encontraron unas cuantas armas de bajo calibre, utilizadas para cazar. Ocho indígenas fueron detenidos. La región se militarizó y se derramaron nuevos recursos del Programa Solidaridad. Aparentemente el ejército ya tenía pistas. Advertencia de que algo sucedía en aquellas tierras pudo verse en San Cristóbal de las Casas, el 12 de octubre de 1992. En una anticipación de lo que sería común en otras latitudes con el paso de los años, un contingente de la Alianza Nacional Campesino Indígena Emiliano Zapata (Anciez) derrumbó la estatua del conquistador Diego de Mazariegos, durante la marcha para conmemorar los 500 años de resistencia indígena, negra y popular. A partir de entonces, la Anciez dejó de actuar públicamente. Simultáneamente, multitud de productores que durante años habían recibido créditos de Solidaridad para financiar sus cosechas y algunos los habían devuelto, o dejaron de pagarlos y usaron los recursos para otras cosas. Se estaban preparando para algo grande. Mientras, las comunidades adoctrinadas votaban por declarar la guerra al mal gobierno. La inminencia del levantamiento armado era rumor insistente en círculos chiapanecos. Se hablaba de que sería el 28 de diciembre, Día de los Inocentes. Resultaba incierto si sucedería, su magnitud y la forma que tomaría. El grito zapatista de ¡Ya Basta!, del 1° de enero de 1994, sacudió el país entero y llegó a los más disímbolos rincones del planeta. Sus manifestaciones fueron tan inesperadas como diversas. En los días álgidos del conflicto, la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (CNOC), con una presencia relevante en Chiapas, se involucró en la búsqueda de una salida pacífica al conflicto. Pese a que estaba integrada mayoritariamente por indígenas, sus miembros no solían identificarse hasta ese momento como tales. Pero el levantamiento trastocó esta dinámica y despertó en ellos un enorme orgullo de pertenecer a los pueblos originarios. En una asamblea efectuada en la antigua Ciudad Real, el maestro Humberto Juárez, un mazateco presidente de la organización, comenzó inesperadamente su discurso en su lengua, dirigiéndose a los asistentes como hermanos indígenas. El cambio era notable. En las reuniones, usualmente se hablaba en español y los pequeños caficultores se referían a sí mismos como compañeros productores de café. Hechos similares se precipitaron en todo el país. Han pasado casi 29 años. Desde aquellas fechas, los zapatistas no sólo han sobrevivido. También han construido una de las más asombrosas y sorprendentes experiencias de autogobierno y autogestión. Se han renovado generacionalmente. Son un movimiento contracultural excepcional. El zapatismo tuvo sus orígenes en la marginación de pueblos indígenas de varias etnias: mazatecos, lacandones, tzetzales, tzotziles y otros; por su marginación que sus costumbres y la poca atención de los gobiernos tuvieron en ellos profundas necesidades y veían en contraste a las zonas urbanas progresar. Líderes de dentro y de fuera sintieron esa imperiosa necesidad contenida e hicieron una labor doctrinal muy importante, encontraron financiamiento exterior y nacional para armarse, uniformarse y tener para comer mientras se preparaban; dos cabezas conocidas el Sub Comandante Marcos y el Obispo Samuel Ruiz quien hacía de intermediario. El momento histórico: iniciaban las campañas por la sucesión presidencial, en el plano internacional el Presidente Carlos Salinos era postulado con mucho apoyo para ser el presidente de la Organización Mundial de Comercio; el primero de enero se levantan los zapatistas que calculaban que habría otros brotes en el país; el 23 de marzo asesinan al candidato del PRI, Luis Donaldo Colosio; al ejército no se le permite invadir los altos de Chiapas y se nombran sucesivas comisiones para negociar con los zapatistas. El zapatismo culmina obteniendo muchas obras, hospitales, clínicas y apoyo para el campo. Los financieros europeos se retiran, que casualmente canalizaban los recursos a través de Italia y la iglesia, país que con su candidato ganó la presidencia de la OMC y el Vaticano remueve al Obispo Samuel de la diócesis de San Cristobal y lo envía al norte del país.