Populismo Mexicano.



En el desarrollo de la democracia mexicana, que apenas tiene 100 años, prácticamente a partir de Lázaro Cárdenas, que abre el espacio a los partidos de oposición, inicialmente al PAN como válvula de descompresión política, resultado de la guerra cristera y una derecha, conservadora, católica; que exigía participar en la política y gobernar. El partido Comunista tiene formación clandestina desde la década de los 30’s. y por esas épocas nacen partidos “a modo”, para crear un escenario de democracia, el Partido Auténtico de la Revolución –PARM- fue una concesión a los militares que iban siendo desplazados a partir del gobierno de Miguel Alemán Valdez, primer presidente civil del siglo XX, un paso hacia la democracia republicana, pero con autoridad absoluta del presidencialismo que buscaba conservar equilibrios, ya que no estaban exentas las revueltas. El Partido Popular Socialista –PPS- para dar cabida a algunos sindicatos e intelectuales de izquierda. Siempre con el espíritu revolucionario, los gobiernos se sentían hijos de la revolución y de ahí su culto y veneración que se llevó a exageraciones. Años de prosperidad.
Así llegaremos a los gobiernos de Luis Echeverría (1970-1976) y de José López Portillo (1976-1982), de fiel expresión priista, el primero abandonó la política económica sustentada en el Desarrollo estabilizador que impulsó la economía mexicana a un crecimiento del 6.6% anual con inflación de solo 2.2%. Echeverría terminó su periodo de gobierno con el anuncio de una devaluación (31 de agosto de 1976) de la moneda mexicana que paso de 12.50 a 22 pesos por dólar, aunada a una inflación de dos dígitos. Por si no bastara, Echeverría culminó su sexenio con un choque frontal con la clase empresarial mexicana. Luis Echeverría le tenía terror al comunismo y a Estados Unidos (tiempos de los gorilatos latinoamericanos), un burócrata conocedor de las entrañas de la nomenclatura, que tenía una ideolgía nacionalista centralista, muy parecida al fascismo; se consagra como represor militarista, lo mismo de manifestaciones civiles que de los diferentes grupos guerrilleros que nacen por la época, como resultado del exceso del autoritarismo. Finalmente si bien su discurso es nacionalista y lo lleva a efecto en la intensión de que México sea autosuficiente, crea grandes déficits, e inicia un crecimiento de la deuda externa.
Sucedió a Echeverría en la presidencia José López Portillo, quien con ánimo de contrastar su gobierno con el antecesor privilegió la implementación de Planes y Programas de desarrollo, que no bastaron para atajar el desorden y derroche en la aplicación del recurso público, pese al enorme flujo de capital proveniente de la exportación del petróleo y de préstamos para hacer crecer a México “como nunca”. Presumía López Portillo de “ser el último presidente de la Revolución Mexicana”, porque avizoraba que tras la gran devaluación del peso (otra) y la incontrolable inflación se sentaban las condiciones para dar el gran viraje hacia el neoliberalismo (apertura de los mercados) económico. López Portillo era a diferencia de su predecesor un hombre culto, pero sin gran experiencia política, El designa a su sucesor con la visión de la necesidad económica (políticas y negociaciones), como sucedió a partir de los gobiernos de Miguel de la Madrid (1982-1988) quién estabiliza la economía y finanzas de México que recibe prácticamente quebrado; y Salinas de Gortari (1988-1994) quien operó para concertar la entrada de México al Tratado de Libre Comercio (1994). Inicia la llamada época neoliberal; por la apertura de México a los mercados interno y externo. Al igual que Echeverría, López Portillo concluyó su gobierno enfrascado en encarnizado enfrentamiento con el empresariado del país llegando al extremo de estatizar la banca. Todo esto ocurrió durante el periodo hegemónico del PRI, que pese al autoritarismo de una presidencia imperial permitió e impulsó reformas electorales por cuya vigencia se originaron importantes avances democráticos: creación del IFE, credencial IFE, tribunales especializados para dirimir conflictos electorales, urnas transparentes, pluralidad política, tinta indeleble, se instituyó el conteo rápido y los PREPs, iniciaron los debates entre candidatos presidenciales, etc. Grandes progresos para instituir un sistema electoral democrático.
Ya en el siglo XXI, prodigio en alternancias políticas, a partir de 2018 la ciudadanía mexicana eligió presidente de México a Andrés Manuel López Obrador, quien ofreció esperanzadores logros en materia de seguridad pública, crecimiento económico y combate a la corrupción, pero ¡ohh sorpresa!! desafortunadamente, cuando ya transcurre el sexto año de su periodo gubernamental con un presupuesto radicalmente deficitario ya no podrá cumplir lo prometido, pues ni crecimos económicamente al 6 por ciento, ni la violencia ha disminuido, por el contrario ha aumentado en exceso, la corrupción sigue vigente y con vigoroso impulso desde las entrañas gubernamentales. Peor aún, el sistema de salud ha sufrido grave deterioro, la infraestructura carretera no registra sustanciales avances y transitamos en un escenario de contrastadas propuestas políticas relativas al rumbo inmediato del país, con el discurso nacionalista-centralista. Los presidentes Echeverría y López Portillo, de corte populista no rindieron buenas cuentas a la nación. Ya en el umbral de su periodo de gobierno, López Obrador, también populista, mantiene una relación muy forzada con los empresarios del país y se afana intensamente por construir una narrativa de bienestar social que según se está observando no coincide con la realidad, mientras tanto, México se estanca, y se pierde en manos del crimen.

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