Después del Fiestón



Después del Fiestón

Después, de las celebraciones, los abrazos y las sonrisas, las felicitaciones nacionales e internacionales y la embriaguez que produce el triunfo, viene la cruda realidad y la resaca.

Seguramente vendrá el dolor de cabeza al tener que hacer frente al déficit fiscal más alto en los últimos 30 años. Hoy, el sector público está gastando más que los ingresos que se generan, lo cual es una bomba de tiempo siempre a punto de estallar. Luego vendrá el malestar estomacal provocado por la violencia rampante. El discurso de que todo se soluciona con abrazos, no balazos, demostró su ineficacia y requiere, ahora sí, una estrategia de seguridad. Lograr pacificar el país, reducir los homicidios y los feminicidios puede provocar irritabilidad y mal humor, igualito que le pasa al tabasqueño cada vez que le tocan el tema.

Después llegarán los mareos generados por el estado de confusión de tener que decidir qué harán con las ahora poderosísimas Fuerzas Armadas que manejan no sólo la seguridad del país, sino las aduanas, los puertos y aeropuertos, así como la construcción de obras insignia de la Cuarta Transformación. ¿Qué hacer con los generales, almirantes y comandantes que tienen un pie puesto en la lealtad del país y el otro en el beneficio personal?

No hay cruda sin zumbido de oídos generado por todas las acusaciones de corrupción del actual gobierno que incluye no sólo a funcionarios públicos sino también incluso a los hijos y familiares del Presidente. Ante la evidencia, ¿qué hará la nueva presidenta?, ¿se le nublarán los ojos o aplicará la mano dura como sello personal?

Por supuesto vendrán los dolores musculares, o más bien institucionales, cuando voltee a ver a Pemex y la CFE. La primera es un pesado lastre que hará sentir un dolor agudo en la lumbar y la espalda por la deuda que arrastra y la segunda provoca sensibilidad a la luz y un nudo en el estómago al saber que se está perdiendo la oportunidad de aprovechar las ventajas del nearshoring por la falta de una política energética.

A quién gane se le secará la boca cuando vea que es probable que Donald Trump repita en la presidencia de Estados Unidos, lo cual además generará un desgaste al tener que defender al país de sus bravuconadas.

También se les acelerará el corazón cuando piensen en lo que deben hacer con López Obrador. Si gana la candidata oficialista, el reto es mantenerlo a raya para que no sea su copresidente; si gana la abanderada de la oposición deberá pensar en si lo juzga por sus acciones, o lo deja irse a La Chingada, su rancho en Tabasco. Lo que es un hecho, es que ninguna podrá echarle la culpa al pasado, porque sería pegarle a su líder o porque siempre criticó que ésa fuera la salida discursiva del mandatario para explicar por qué no tuvo los resultados prometidos. Además, las candidatas sabían a qué se enfrentaban y, aun así, quisieron entrarle. Sobre advertencia, no hay engaño.

La resaca, al final del día, no es sólo el precio que tienen que pagar por una campaña de excesos, no se resuelve tampoco sólo con descanso y mucha agua, según los expertos, la medicina son reformas y cambios radicales que no necesariamente traen popularidad.

El 3 de junio será sólo un recordatorio de que la verdadera fiesta recién comienza y que la reseca puede durar seis años.

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