Combatir el Crimen Necesario para el Desarrollo



Combatir el Crimen Necesario para el Desarrollo
La delincuencia y la violencia han sido durante mucho tiempo una de las principales preocupaciones de los hogares de América Latina y el Caribe. La región representa casi la mitad de las víctimas de homicidio intencional del mundo, a pesar de representar poco más del 8 por ciento de la población mundial, según datos de las Naciones Unidas.
La tasa promedio de homicidios en la región es 10 veces mayor que la de otros mercados emergentes y economías en desarrollo y dos veces más alta que la del África subsahariana. Dentro de la región, Centroamérica se destaca como la subregión más violenta. La inseguridad también ha empeorado con el tiempo, especialmente en algunas partes de la región. Por ejemplo, Centroamérica y el Caribe han experimentado aumentos anuales en las tasas de homicidios de alrededor del 4 por ciento en las últimas dos décadas.
La delincuencia afecta directamente la vida de millones de personas e impone grandes costos sociales. Debido a que existe una delicada interacción entre la actividad económica y el delito, no es fácil determinar los efectos causales. Una mayor actividad económica reducirá la delincuencia, pero una menor delincuencia impulsará a su vez la actividad económica. Otro factor, como la fortaleza del Estado de derecho, también afectará a ambos, en sentido correcto.
Un estudio reciente del FMI, muestra que los aumentos en las tasas de homicidios reducen significativamente el crecimiento económico. En América Latina, se estima que un aumento del 30 por ciento en las tasas de homicidios (equivalente a una desviación estándar histórica de 1) reducirá el crecimiento en 0,14 puntos porcentuales. Nos basamos en trabajos anteriores del FMI sobre Centroamérica, Panamá y la República Dominicana, utilizando datos sobre deportaciones de delincuentes desde Estados Unidos para desentrañar el efecto causal de la delincuencia en la actividad económica.
Nuestro estudio destaca los diferentes canales a través de los cuales la inseguridad afecta el crecimiento económico. Las estimaciones muestran que la delincuencia obstaculiza la acumulación de capital, al disuadir posiblemente a los inversores que temen el robo y la violencia, y disminuye la productividad, ya que probablemente desvía recursos hacia inversiones menos productivas, como la seguridad del hogar.
Los beneficios de reducir la violencia pueden ser sustanciales. Según el estudio, reducir el nivel de criminalidad en América Latina al promedio mundial aumentaría el crecimiento económico anual de la región en 0,5 puntos porcentuales, alrededor de un tercio del crecimiento de América Latina entre 2017 y 2019. Además, hacer frente a la inseguridad donde es más frecuente parece tener los mayores beneficios. Por ejemplo, cerrar completamente la brecha de criminalidad en los países con las tasas de homicidio más altas podría elevar el crecimiento de su producto interno bruto en alrededor de 0,8 puntos porcentuales.
Los gobiernos de América Latina ya están destinando una parte considerable de sus recursos al orden público y la seguridad. No es sorprendente que el mayor gasto ocurra en países con tasas de criminalidad más altas: países como El Salvador y Jamaica ya gastan más del 2 por ciento de su PIB en este asunto.
Si bien este gasto sustancial puede ser necesario para mitigar y disuadir el crimen, también sugiere que la implementación de estrategias más efectivas podría liberar recursos significativos para otras prioridades de gasto. La Plataforma Basada en Evidencia de Seguridad y Justicia del BID es un recurso valioso para obtener evidencia científica sobre la efectividad de las soluciones existentes en materia de seguridad y justicia. La plataforma destaca, por ejemplo, que hay poca evidencia de que las tecnologías de reconocimiento de matrículas vehiculares reduzcan la violencia relacionada con el transporte, mientras que se ha encontrado que las políticas de impuestos y precios del alcohol reducen efectivamente la violencia en algunos casos.
La delincuencia es un problema económico y social con consecuencias de largo alcance y una variedad de raíces entrelazadas. Si los gobiernos de la región fueran capaces de priorizar estrategias más efectivas de lucha contra el crimen, éstas no solo mejorarían la seguridad pública, sino que también mejorarían el potencial económico de la región. Esto subraya la importancia de la colaboración entre los responsables de la formulación de políticas, las instituciones financieras internacionales, el mundo académico, las organizaciones no gubernamentales y el sector privado para encontrar formas de hacer frente a este importante obstáculo para el crecimiento de la región.

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